

















La escuela art, San José, CR.
2025
El proyecto desarrollado en la comunidad de Pabellón de Santa Ana, al sur del Valle Central de Costa Rica, nace del deseo de crear encuentros en donde la infancia, la montaña y la comunidad puedan entrelazar dinámicas e imaginación. A partir de caminatas por el bosque, los niños —junto a sus familias e invitados— se convierten en exploradores de su propio territorio. La experiencia se transforma en una conversación íntima con el ecosistema: escuchan al bosque, lo interpretan, lo dibujan, lo imaginan. Este gesto aparentemente simple es, en esencia, un motor para romper con la rigidez de los marcos educativos tradicionales, donde poco se contextualiza la educación al entorno inmediato.
La presentación pública de los resultados fue más que una exposición: fue una celebración del vínculo humano con la montaña. Caminar por los senderos, encontrar cientos de hongos y detenerse ante los dibujos de animales fantásticos creados por los niños —producto de esas conversaciones con los árboles, las piedras, los insectos— fue una experiencia hermosa, delicada y poderosa. Este acto de detenernos a mirar lo que nos rodea, a través de los ojos de la infancia, no solo fomenta la imaginación, sino que activa el interés genuino de los niños por lo asombroso que resulta esta montaña llena de vida. En la pieza que crearon llamada casa-árbol,(ver figura 1) no estaban representando una casa de árbol tradicional, la observación era que en efecto el árbol es una casa para una gran cantidad de especies: hormigas, arañas, musgos, helechos, enredaderas, hongos. Lograr hablar de que en nuestra comunidad los árboles son casa de muchas especies es hablar de que el ecosistema local está sano.
Una de las herramientas conceptuales que atravesó esta experiencia fue el binomio fantástico, una noción desarrollada por Gianni Rodari en su obra Gramática de la fantasía. Rodari sostiene que al juntar dos palabras inesperadas —por ejemplo, “hongo” y “caballo”— se activa una chispa creativa que libera nuevas formas de pensar y narrar. Esta lógica de lo improbable es fundamental para generar dinámicas educativas que se salgan del molde tradicional, apostando por una pedagogía de lo sensible, lo poético, lo participativo.
El proyecto buscó justamente eso: activar una educación situada en el aquí y el ahora del territorio, reconociendo que el currículo convencional muchas veces ignora los saberes locales, especialmente en contextos donde conviven familias migrantes con trayectorias diversas. En este sentido, los talleres-caminata no solo sirvieron para “enseñar”, sino para compartir: cada historia contada, cada dibujo creado, cada diálogo con una hoja o un insecto fue una forma de aprendizaje horizontal.
Experiencias como esta durante la infancia recuerdan que aprender también sucede en el caminar, el imaginar, compartir y dibujar.
Fig 1
Dibujo colectivo “CASA-ÁRBOL”